Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Así se expresó Jesús después de lavar los pies a sus discípulos. Desde el momento en que el Hijo de Dios quiso llamarse «Maestro» colocó ese título entre los más sublimes de la tierra.
Hoy estamos reunidos para agradecer el don de esta insustituible vocación y suplicar la gracia de ser fiel a ella.
Este Día del Maestro es un buen motivo no solo para rendir homenaje a nuestros Maestros, sino para saber dar gracias a la Vida, a Dios, a Marie Poussepin, por la labor encomendada, por la vocación educativa, por sentirnos colaboradores en el plan de salvación, cultivo y mejora como es la Creación de Dios a través de algo tan fundamental como es la EDUCACIÓN.
Con alegría, porque nuestra Comunidad educativa está de fiesta, nos ponemos de pie, recibimos al padre que presidirá nuestra eucaristía, y uniendo nuestros corazones y nuestras voces, cantamos.
Liturgia de la Palabra
“Siembra en los corazones, aún tiernos, la semilla de la piedad”.